Sensación de violencia

Hacía tiempo que no tenía la sensación de violencia, quizás la última vez que haya pasado por algo así haya sido cuando era ya evidente que nos debíamos separar con mi ex mujer.

Sí, eso fue lo que me paso el miércoles y ahora entiendo por qué andaba como andaba, y que todo volvió a la normalidad a partir del momento en que volví a estar con mis niños y de ahí en adelante, las conversaciones y cafés e infusiones ayudaron a relajar el espíritu.

Lo interesante de ahora es que mi casa, mi piso, mi departamento, ya no es impermeable y la sensación de violencia se siente y percibe en el aire, como si hubiera una fuga de gas y se huele a kilómetros, pero no es capaz de hacerte nada.

A lo mejor eso es lo que lleva a tantos a estados irascibles desconocidos, a que desconocidos en una fila del banco o esperando el bus, se entraveren en discusiones y no conversaciones que a veces derivan en golpes y amenazas, quizás sea esta sensación la que nos ha despertado los instintos de supervivencia, y el ser humano en estado natural se libere, lo que implica un riesgo para todos.

Aquí me detengo a pensar en algo que siempre me ha rondado: ¿debo tomar partido o debo ser neutral? Obviamente que la neutralidad nos asegura que no seremos sujetos de represalias a manos del vencedor, y nos mantendremos cómodos y seguros en nuestro lugar, más que mal, hemos sido simples observadores de una realidad que hemos aprendido a que nos resbale.

Pero guardar una postura tan pasiva o neutra trae como consecuencia que no seas entendido y con ello tu postura se vuelva en tu contra, por el solo hecho de no haber tomado postura, que es lo que espera el vencedor que hagas.

Entonces, ¿no será más sensato tomar una postura y jugarse por ella? Obviamente hacer algo así implica que te estás jugando el 50/50, estás jugándote la sobrevivencia pero solo en la medida en que hayas escogido correctamente, al bando vencedor. De lo contrario, sabes de antemano cuál es el resultado, porque el que el vencedor que detenta el poder, siempre se impone con violencia y sin misericordia.

La vida en democracia nos asegura que podemos optar sin temor, pero aquella seguridad se acaba en un estallido social, y si eres perdedor, mejor poner los pies en polvareda para salvarlos, y salvarse.

En fin, no tengo claro qué hacer, pero lo seguiré pensando.

Ahora, volviendo al problema de la violencia en el aire, es natural y obvio que a todos nos afecte, no estamos solos, estamos metidos en la misma, y lo interesante entonces consiste en preguntarse, cómo es que podemos alinear todo y que esa sensación de violencia se transforme en urgencia por tranquilidad y paz.

A todos nos agota la sensación de violencia, a todos nos cansa sentir que nada la detiene y por sobre todo, el gran temor de la incertidumbre se va haciendo carne, lo que trae consecuencias insospechadas.

Comentarios