Livido

Hace un tiempo a esta parte, leí en un libro que en la década de los 70, hubo un aumento exponencial de nacimientos en el estado de Nueva York, algo que nadie podía explicarse porque las tasas de natalidad venían decreciendo de manera constante.

Entonces, ése señor que yo leí buscó una explicación donde nadie había buscado: lo que pasó es que durante el invierno de uno de esos años, el sistema eléctrico se cayó o dejó de funcionar por la crudeza del invierno, y como aquello afectó todo, nadie podía trabajar, menos moverse, por lo que todos se vieron obligados a quedarse en la casa, y buscar diferentes métodos para mantenerse abrigados.

Conclusión: tanta pareja abrigada llevó a un florecimiento del amor y del sexo y por lo tanto, mayor número de mujeres embarazadas y el aumento de la natalidad.

Entonces, si la idea era explicarse económicamente el fenómeno, todos se equivocaron; la explicación estaba en una simple mirada a la naturaleza humana, nada más práctico y sencillo.

El lívido creo que funciona de igual modo: basta que las condiciones se den para que éste funcione, y esas condiciones son externas e internas, y al actuar mancomunadamente, nos permiten aumentar el lívido.

Prueba de lo anterior es la sensación de saciedad, la que en muchas personas - hombres y mujeres - se produce cuando se ha tenido grandes y buenas dosis de sexo, pero aquella sensación de saciedad es finita, porque somos seres finitos, no infinitos, y cuando se pasa, despertamos, y buscamos más de lo mismo, para volvernos a saciar.

Particularmente me ha tocado ver que es más usual a saciedad en mujeres que hombres, pero no descarto que la proporción sea igual; y quizás lo anterior se deba a la diferencia tan abismante entre ambos, en el sentido que las mujeres son más emotivas a la hora del sexo, lo que no ocurre con la generalidad de los hombres, que el sexo es muchas veces más funcional que emocional, y lo que en realidad buscamos es "apagar la sed" que nos genera el sexo por sobre gozar de la experiencia completa.

Pero si algo puedo afirmar, es que a todos se nos enciende el livido, y para eso es cosa de darse la libertad de hablar de todo, de compartir las experiencias, de dejarse seducir, soñar, que la imaginación haga su trabajo, y en pareja, atreverse constantemente a cruzar límites tanto propios como de la pareja, empujarse a nuevas sensaciones, descubrir puntos y lugares de placer, decirse cosas que enciendan todas las alarmas, en fin, hablar de sexualidad con honestidad, amor y comprensión.

Para terminar, no tengo dudas que en nuestras vidas el livido es un elemento esencial para ser felices, para sentirse plenos y vivos, es un torrente permanente de energía, que no se agota, que no desaparece, que no se invisibiliza, si no que siempre está ahí, y la tarea final es aceptar que está ahí, y que es parte nuestra y una herramienta sofisticadamente básica.

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