que no cunda el pánico

Hay veces, las más quizás, en que solo debemos hablar por hablar, nada profundo, nada trascendente, nada importante, solo eso, hablar.

Es buenísimo esto, porque nos enseña a que no todo en la vida son conversaciones profundas y desgarradoras, y bien podemos tener espacio para hablar cosas vanas, sin importancia, como el del tiempo, del sueño, problemas domésticos, en fin, la vida misma.

Yo creo que la vida en pareja, estés lejos o cerca, se construye de este modo, a partir de la combinación maravillosa de la vanalidad y la profundidad, pues siendo ambos los extremos, perfectamente conviven y lo hacen muy bien, de veras que sí. No imagino yo una relación de aquellas en las que solo hablas de cosas profundas o de cosas vanas, sería un agotamiento brutal.

Entonces, si las relaciones humanas funcionan de este modo, entonces es perfectamente posible que la sociedad lo haga del mismo modo, en el sentido que bien podemos pasar días hablando cosas vanas para luego entrar en profundidades metafísicas.

Por eso es que no puede ni debe cundir el pánico cuando adviertes que estás en cualquiera de los extremos, pues todo pasará, de cualquier modo, nosotros mismos nos debatimos a diario entre ambos extremos, y el resultado es que al final, de todos modos podemos vivir y tranquilamente.

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