me desespero

Han habido ciertos momentos en estos atribulados días que quisiera mandar todo a la punta del cerro y abandonarme un rato a la soledad.
Ayer fue una conversación áspera, dura, en donde siempre la sensación es que me quedo corto, demasiado corto, para poder entender qué demonios nos pasa y nos pasó.
Cuando acordamos hacer esta tregua llamada "amistad" creí que era un síntoma de mejoría, una oportunidad para rencantarse el uno con el otro, para retomar lo que alguna vez hubo entre ambos, para redescubrirnos y redescubrirse, pero no entendí qué era lo que entendías tú por amistad, tampoco entendí que fuera una propuesta con límites tan inamovibles, tampoco me lo dijiste.
Al tratar de explicar lo que yo entendía qué es lo que estamos haciendo, me lancé nuevamente al vacío, solté las amarras y confié, sí, confié en que seríamos capaces de de atrevernos a encontrarnos en un lugar diverso, a permitir que esos límites se rompieran y en ése quiebre, nos descubriéramos.
Sin embargo, me equivoqué, 
Anoche te conté por qué estaba triste, y de la tristeza de ayer he pasado a la amargura de hoy en la mañana y a la desesperación por la tarde.
Me cuesta tanto llegar a ti que ya no sé qué hacer.
Eres otra persona, actúas como otra, y no me creo que hoy seas quien eres.
Me castigas sin decirlo, tu silencio es signo inequívoco de lo anterior, y aunque digas que no lo estás haciendo, lo haces, y todo es cada vez más desesperante.
Si he planteado que todo se acabe y llegue hasta aquí es porque tú no te atreves siquiera a plantearlo y alguno de los dos debe hacerlo, aunque hasta ahora nos hayamos quedado en las palabras.
De pronto me da la sensación que para ti la separación no es más que eso, una pieza más del puzzle, pero para mi es certeza pura y dura, dolorosa y lastimosa.
Atrás, muy atrás quedaron los tiempos en que nos decíamos que nos queríamos, que con solo mirarnos a los ojos sabíamos qué quería o esperaba el uno del otro. Pero eso se acabó y anoche, cuando te miraba a los ojos, solo ví odio, ni una gota de cariño.
Estoy agotado, no sé si puedo seguir dando la pelea, y quizás ya hemos llegado al momento de reconocer que ni siquiera la amistad puede salvarnos. Lo siento en el alma, pero ya se acabó el tiempo, se te acabó el tiempo.

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