DESESPERACION

Anoche éramos dos personas normales, en un momento normal, con vidas normales, con hijos normales y luego de haber pasado un sábado normal.

La idea era salir juntos, pero por esas cosas del azar (aunque cada día creo menos en el mismo) finalmente saliste sola - obvio, era el cumpleaños del marido de tu mejor amiga, quien no es amigo mío porque son de esas relaciones que nacen y existen porque la vida es así, pero que no son aquellas que ando buscando, y los verdaderos amigos son aquellos son los que uno elige, y a él no lo he elegido -, una costumbre cada vez más arraigada en ti y que es en lo que se ha transformado nuestras vidas.

Fueron solo 3 meses de espera para que todo se volviera a derrumbar. Tú y tus llegadas a las 5 am.

Es extraño, los papeles se dieron vuelta: eres tú la que sale y llega a horas insólitas y yo el que se queda con los niños en la casa, raro, por decir lo menos, porque es algo que se escapa de los estereotipos a los que estamos tan habituados, y es obvio que si hubiera sido yo el que fuera el que llegara a las 5 am, te aseguro que todo sería muy diferente.

Quizás todo sería más llevadero si de tu parte hubiera cariño, pues el cariño creo que casi todo lo perdona y permite, nos hace entender que de repente metemos la pata y nos arrepentimos de lo hecho y que al aceptarlo la decepción del otro llega hasta ahí; pero no hay cariño de tu parte, menos existe algún aire de arrepentimiento, y entonces, hoy hay demasiadas cosas por las cuales pedir perdón, pero difícilmente creo que ahora te las pueda perdonar.

¿Desesperante o no?

Yo apagué la luz a las 2 am, pensando (qué idiota, qué gran idiota soy, porque te sigo creyendo que entiendes que lo nuestro se está cayendo a pedazos desde que me di cuenta que estábamos en la misma situación pero que tú llevabas más tiempo así) que llegarías a aquella hora, por lo demás razonable para salir de fiesta sola; pero no, ya eran las 3 am, y nada, ni mensajes ni nada, la sangre me hervía, el cuerpo me dolía, los miedos, el susto, el abandono, todo a la vez, una marejada de emociones.

¿No te parece que si dices que llevas "2 años" como yo me siento hoy, es que es o fue una situación desesperante? ¿Masoquismo? ¿Negación? ¿Qué cresta te pasa"

No lo soporto más, porque eres desesperante.

Luego, temprano por la mañana te levantas con el más chico de nuestros hijos, como si nada hubiera pasado. Gracioso, nuevamente la misma actitud de la otra vez, haciéndome creer que aquí no pasó nada de nada, que todo está normal.

Pero no es normal lo que hiciste porque una persona como tú, casada y todo, no deja a su marido el día sábado con los niños hasta las 5 am. Algo así se lo dejo a tus amigas divorciadas.

Te enfrento porque me duele todo esto, y trato de hacerte ver que no te importo, que esperaba un mensaje o algo para saber en qué estabas, cuándo llegabas, y tu respuesta es que cuando vamos donde tus amigos siempre volvemos a esta hora y yo te digo sí, es cierto, pero eso pasa cuando vamos los 2 juntos, no tú sola.

Pero nada, obvio, si soy nada para ti, y el resto del mundo lo es todo.

Con la voz quebrada te digo que si las cosas están así, mejor que se vaya a la mierda la terapia de pareja, porque para que haya este tipo de terapia, tiene que haber pareja, pero ya no la hay y ahí te quedas, como se está haciendo costumbre desde que nos cambiamos a ésta tu casa y solo me dices que nuevamente aparecen mis miedos que estuvieras con otro, sí, eso me dijiste, yo no lo pensé, pero fíjate qué interesante, tú solita te metiste en las patas de los caballos, y cuando más tarde me di cuenta de lo anterior, ajá, "quien se excusa se acusa" y obvio que estuviste con otro y obvio que ese otro te cortejó y si te metiste con él, mala cosa, otro imperdonable más.

¿Te cuento algo?

Estoy desesperado, no sé qué hacer, no sé cómo pararme frente a ti y cómo decirte que me estás matando, me estás destruyendo, me estás demoliendo, me estás asfixiando.

Lo peor de todo es que no te das cuenta (quiero pensar así, no imagino que seas así de desgraciada y mala porque de lo contrario, serías un monstruo) y te comportas como si nada hubiera pasado, y tienes la desfachatez de ponerte a cocinar, y ofrecerme comida, pero esas tácticas no van conmigo, porque prefiero una disculpa, prefiero una lágrima, prefiero que vuelvas a ser tú, esa mujer que alguna vez conocí pero que hoy puedo afirmar que ya no conozco.

Si el viernes hasta me dijiste que estabas a favor del aborto libre y el divorcio libre, en circunstancias que el aborto de mi hermana te descompuso y comenzó a destruirnos y tu eras una amante de la vida y de la familia... ¿No será que quieres romper tus moldes por el solo gusto de querer romperlos y porque, a fin de cuentas, eso es lo único que te mueve de tu propia inercia?

Te juro que no sé que hacer.

Y mira qué interesante, ya que estamos hablando del viernes: me invitaste a un concierto y ahí estábamos, sentados en la escalera, como dos personas sin nada mucho que compartir, y por más que me acercaba a ti, no sentía nada, te lo prometo, y ahora que le doy una vuelta, es interesante lo que pasó porque se hizo más real que nunca el espacio entre ambos me parece insalvable.

Quizás, como me dijo mi papá, he llegado finalmente al punto donde se me hace absolutamente evidente irme de aquí y dejarte con tus problemas y tu vida.

¿No te parece que todo esto es realmente desesperante?

Armaste esta casa para ti y para tu ego, para protegerte de tus miedos, para agradar a la única persona a la que quieres agradar en la vida (tu papá) porque lo que es mi caso, solo soy un sirviente más en tu larga lista de servidores personales.

¿Por qué estoy desesperado entonces?

Para mi está claro, muy claro.

Lo estoy porque ya no sé qué hacer contigo, lo estoy porque no sé si irme para dejarte en verdad libre o me debo quedar aguardando a que pase un terremoto y luego un tifón y más tarde una expropiación para que vuelvas a estar a mi lado.

Yo creo que el tiempo de juego está muy cerca de acabarse; estamos en ese instante en que para ganar el partido se necesita, además de un par de segundos, la iluminación del jugador estrella para hilvanar un ataque verdaderamente épico e inigualable que permitirá ganar el premio mayor, y ahí está el entrenador, que somos (o éramos) nosotros y con el alma en vilo, siente que la vida se le va entremedio de los dedos porque el tiempo se detuvo y solo ahora se da cuenta que, de haber jugado el partido de uno modo diferente, quizás ahora estaría sentado en la comodidad de su casa, con su mujer y sus hijos, haciendo planes para el futuro, soñando en el día de mañana, agradeciendo por el día de hoy y rogando para que se vuelva a repetir el sosiego, la armonía y el amor que todo lo rodeaba e inspiraba.

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