Downside up

Hay una gran canción de Peter Gabriel que lleva por nombre "downside up" y en una de sus partes habla del ritmo acelerado de la vida e invita a la pausa, a que lo levanten del suelo y le den un respiro.

Hoy, camino a casa, caminando solo y escuchando esta canción, sentí que Peter me cantaba a mi y me invitaba a mirar mi vida, una instantánea del momento por el que estoy atravesando ahora mismo, y lo que puedo decir es abrumador: estoy solo.

Quien alguna vez fue la mujer a la que amé, por la que habría dado la vida y más que la vida, que me regaló el placer y gozo eterno de la paternidad, ya no está, se esfumó.

Vivimos como verdaderos extraños bajo el mismo techo, la miro y vuelvo a mirar y ya no es la misma, y sé en el fondo de mi corazón que las cosas han llegado a su fin, porque ya no me quiere más a su lado, porque para ella hoy por hoy solo represento un pasado del que no quiere seguir ni anclada ni vinculada, y esa promesa que tiempo atrás nos hicimos cuando decidimos casarnos, se ha quebrado, y para siempre.

En parte, no, en mi justa parte - que al final represente el 50 del 50 - he sido responsable de llegar a este momento de quiebre y término, y creo que no hay nada mucho más que hacer.

Es doloroso escribir estas líneas, suenan a despedida, pero son eso, una despedida porque debo comenzar a partir en búsqueda de nuevos rumbos y sueños, y quizás una nueva compañera de viaje.

La vida con ella se me ha ido como el agua entre los dedos, qué duda cabe, y más que triste, es doloroso que todo termine así, porque al menos esperaba pasión en el término, esperaba lagrimas y gritos desgarradores, pero la realidad es absolutamente diferente, y cada día que pasa, la maleta que me acompañará en este viaje con las pocas pilchas que tengo, se acerca más y más a la puerta de entrada de una casa que hace casi un año soñamos que sería nuestro definitivo hogar.

Y aquí me siento un tanto traicionado, porque esta casa no lo quise al principio, pero ella me convenció nos arriesgáramos, que nos embarcáramos en la aventura más peligrosa de todas, y si bien logramos vencer casi todos y cada uno de los contratiempos que la misma nos podía deparar, ahora mismo no queda ya más camino por recorrer de aquel originalmente trazado.

Somos verdaderos extranjeros en nuestras vidas, porque nos vamos a lugares remotos para luego volver a encontrarnos con el sentido perdido, del arraigo añorado, de la vivencia de las emociones y sensaciones que nos movieron a dar los mayores y más grandes pasos en nuestra existencia pero que hoy ya no están, porque sinceramente, no están.

No sé si mañana sea capaz de armar mis maletas para partir, no sé si es o ha llegado el momento de dejar atrás lo vivido con ella, no lo sé; pero lo que sí sé es que gracias a ella estoy donde estoy ahora, mirando la vida desde un lugar muy distinto, con colores y luces, olores y sabores, y no me quiero detener.

Down side up my friends, o sea, el mundo patas para arriba.

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