en terapia

A muchos de nuestros padres y abuelos y bisabuelos la sola mención de la palabra "terapia" les producía vómitos, porque el solo hecho de pensar que un tercero te escuchara y te dijera qué hacer o decir, era impensable.

Pensaban y afirmaban, voz en cuello, que no podía existir nada más alejado de un verdadero macho recio o una dueña de casa proba, el recurrir a un tercero, porque siendo fieles a su ADN, debían "lavar la ropa sucia en casa" o recurrir al cura de la parroquia para que, en secreto de confesión y padeciendo lo impensable, escuchar un sermón basado en la biblia y cumplir penitencia.

Aquí me detengo un instante:
- ¿ropa sucia? pero si es que los pesares del alma no ensucian la ropa, sino que la tiñen, y cuando son profundos, la tintura es para siempre, lo que hace imposible seguir lavando la ropa en su color original y tener que lavarla en su nuevo color.
- ¿confesión? muchas veces me tienta pensar que la confesión es una entelequia creada por un cura creativo que incorporando la idea del "perdón de Dios" nos obligó a recurrir a un medium y que ese medium debía perdonarnos y castigarnos para que no volvamos a hacer aquello de lo que nos arrepentimos. Pero, para peor de todo, confiábamos en una persona que no sabía más que nosotros cómo lidiar con un dolor del alma salvo insistir en el perdón y en el amor de Dios y en que los caminos de él son siempre misteriosos. Acto seguido, ese cura los tenía a todos "identificados" y bien sabía cómo apretar para obtener prebendas. Al final, el ser humano siempre ha funcionado igual: un perseguidor y un perseguido, y conforme pasa el tiempo, todo se va sofisticando.

Vuelvo entonces.

Algunos también pensaban que el antídoto a los males de la vida era tener amantes (hombres, mujeres y homosexuales), golpearse entre adultos y golpear a los niños, abusar de las nanas y empleados, concurrir al lenocinio de moda a descargar la virilidad y escuchar frases empalagosas y abundantemente provocadores (no obstante que al final todos supieran que todo se trataba de una completa farsa), hacer fiestas en el club de hombres de día y de noche y de gran imaginación y retorcida participación, juguetear en el club de mujeres, etc.

Quizás la vida era más sencilla así, más que mal, aquellas eran las reglas del juego... un juego en el que todos creían que la vida, a pesar de tus bruscos desequilibrios, era capaz de acercar las posiciones y hacer del mundo, un lugar en paz.

Pero llegó la modernidad y con ella la ciencia y la teoría coparon la vida. Aparecieron señores como Freud, Schopenauer, Gurdhieff, y cuanto otro teórico, y para bien y para mal de la humanidad, comenzó un nuevo proceso en la vida humana: el de la terapia.

Y el péndulo nuevamente se fue al extremo: todos comenzamos a creer a ciegas en las palabras del terapeuta, y abandonamos nuestra voluntad en sus dictámenes supuestamente fundados en la teoría y la razón; nos arrojamos a verdaderos precipicios y sin que hubiera una red de contención en el fondo. No sé ni me interesa saber cuántos mortales se inmolaron en estos procesos y cuantos otros quedaron desahuciados por la vida, como buques tirados en la playa listos para ser desguasados.

Imagino que fue tanto el escándalo que lo anterior provocó que se produjo un nuevo vuelvo, y la terapia dejo de ser lo que en principio se creyó, volviendo al origen de las cosas, a la auto búsqueda, la introspección, y poco a poco el péndulo comenzó su camino de regreso, lento y pausado, para que todos lo vieran, para que todos recordaran su capacidad.

Yo estoy en terapia, 2 para ser más preciso, y hoy me siento derrotado por la vida, aplastado por la realidad, abrumado por mis palabras y mi sinceridad, escéptico y perturbado. Pero es pasajero y solo espero salir pronto de este estado de abatimiento.

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