¿TRADICION O TRAICION?

El otro día se sentaron unos señores a la mesa para conversar acerca de la vida y de sus innumerables vueltas.
Lo más lindo de todo era que todos ellos compartían algunas aficiones y sueños, propios de una época en que las cosas eran diferentes, la vorágine y el trajín diario no quitaban tanto tiempo, el sosiego, la lectura, el caminar, eran actividades consideradas esenciales para la vida.
Pero bueno, el más mayor de todos preguntó si los cambios a la actualidad habían implicado una tradición propia de la humanidad o una traición a la humanidad. El resto de los comensales lo miraron con ojos perplejos y le pidieron que aclarar la pregunta.
El más mayor entonces se echó un vaso de vino tinto al seco, y comenzó por recordarle al resto que en su época de juventud, la universidad era gratuita, la esperanza de vida era menor, el smog no era tema, el clima era parte de la vida, lo que ocurría fuera de las fronteras era cosa lejana y extraña, la comida era buena y razonable, los lujos eran para aquellos que verdaderamente los podían pagar, los bancos eran para pocos y de pocos, el tiempo que tomaba ir de un lado a otro era más largo pero a la vez menos violento, en fin, había una convivencia al menos razonable con el entorno.
Prosiguió con su alocución señalando que con el pasar del tiempo todo creció, todo se encareció, pero algunas cosas mejoraron, no algunas, muchas, pero algo quedó rezagado en el camino, y eso era lo que ahora estaba asomando su naríz en la modernidad y que si bien sabía que era, no sabía como llamarlo.
Yo mientras tanto escuchaba esta conversación, me pedí otro expresso y seguí atento el diálogo.
Uno de los comensales, el que estaba a mi espalda, carraspeó y en son de jolgorio le preguntó al mayor si quien había quedado rezagado no era sino su amiga aquella de la escuela que tanto le gustaba y que hasta le regaló flores pero que ese mismo día se hizo monja y hoy era la rectora de un convento de carmelitas descalzas. Todos rieron a rabiar pero el mayor no, algo tenía en su cara que no andaba para estas bromas.
Otro cortó las risotadas en seco y les pidió a los otros respeto, que eso era lo que se necesitaba en ese momento, y preguntó si el rezagado era un alguien o un algo. Nadie respondió.
Guardaron silencio un momento hasta que otro se atrevió a decir que lo que había quedado rezagado era el amor por la vida; otro entre lágrimas dijo la tolerancia; el más mayor dijo, el silencio.
Agarraron sus cosas, pagaron la cuenta y se fueron.

Yo me quedé donde estaba, paralogizado como si esto hubiera sido una escena de una cámara indiscreta o un ensayo de una obra de teatro; pero no lo era.
Sencillamente, estos viejitos se dieron cuenta que el rezago era justamente todo lo que dijeron, y lo que dejaron de decir, todo lo que pensaron hacer pero jamás hicieron, todo en lo que creyeron pero luego olvidaron porque creyeron y así dejaron de creer.

Por eso la pregunta es si estamos en frente de una tradición o de una traición, tradición porque aún no sabemos si la misma se repite de manera perpetua; o bien estamos ante una traición, la primera en la historia.

Yo al menos quedé con mis serias dudas acerca de la existencia de una traición o una tradición, pero confieso que más huele a traición todo esto, me huele a dolor, a pérdida, a impotencia, a tristeza, a despedida, a cambio, a muerte, porque los que alguna vez pudieron hacer algo para frenar las brutalidades fraguadas en el pasado fueron ellos, pero hoy, al ser testigos del modo en que las mismas se desenvuelven, carecen de fuerza, de convicción, de compasión para lanzarse a generar un cambio.

O a lo mejor somos todos parte de una tradición, de un mundo limitado pero a la vez autosustentable, no lo sé, sigo sin saber.

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