EL DIA EN QUE NO LLOVIO

La meteorología es como la economía, ciencias inexactas erigidas como verdades absolutas.
Los meteorólogos son como los economistas: a ambos se les fuerza a vaticinar la ocurrencia de hechos futuros e inciertos, y ambos dedican sus vidas a tratar de hacernos más llevaderos nuestros días.
Nuestra ciudad es una cosa rara: la gente se queja por todo, y el clima es una de las quejas más usuales, donde algunos advierten incluso que la naturaleza algún día podrá ser manipulada por el hombre.
Lo cierto es que el otro día se esperaban lluvias, como para hacernos entender que el verano quedó atrás, muy atrás, y que es la hora del traje de aguas. Recuerdo haber visto a varios enfundados en sus trajes de lluvia o armados con sus paraguas para capear una lluvia que nunca llegó y que por el contrario, permitió al sol bañarnos con su luz y calor una vez más.
Es de esperar que la gente comience a mirar al cielo y entender que la observación y el sentido común son mejores, mucho mejores, que un computador cargado de estadísticas e instrumentos altamente complejos.
Al menos, nuestros ancestros lograron sobrevivir sin que les dijeran si al día siguiente llovería.

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