DIA DE TRANSEUNTES

Hoy estuve parado mirando el comportamiento de los transeúntes de la ciudad en las intersecciones de apoquindo con el bosque, y la verdad es que es horroroso como la gente se arriesga temerariamente a ser atropellada.
De hecho, casi me toca un ciclista atropellando a un peatón que cruzó con luz roja, una micro que pasó con sus luces y bocinas encendidas que casi se lleva a tres usuarios, otra señora entrada en carnes y grasas que cual luchadora de sumo se enfrentó a un auto mientras cruzaba y con el mayor desparpajo, increpó al conductor del mismo.
Se me ocurrió que en dicha intersección debería poner barreras de contención - más allá de las ya instaladas en las esquinas para dirigir a estas huestes y hacerlas circular por las esquinas - de manera que estas suban y bajen conforme las luces se cambian de verdes a rojas y de rojo a verde.
Sin embargo, otro ejercicio interesante dice relación con trata de responderse por qué tanto apuro al cruzar las esquinas, por qué la gente está dispuesta a expones sus vidas y salud física y síquica amén de ahorrarse un par de segundos, o por qué la gente no respeta el órden establecido cuando el mismo ha sido pensado para permitirle un deambular mínimamente seguro por la vida.
A mi me huele que la gente lo que quiere es más espacio para andar y menos autos y micros a su alrededor, que el órden de las cosas sea al revés, es decir, que los peatones sean lo principal y los vehículos lo secundario, que los segundos sigan la suerte de los primeros, y quizás sea válida esta pretensión, más aún cuando las autopistas urbanas han quitado kilómetros de parques y jardines, las rotondas han quedado superadas cuando inicialmente tenían que ayudar a darle fluidez al tránsito, las ciclovías desaparecieron de las calles y reemplazaron por defecto a las veredas.
En fin, si el Presidente Piñera cruzaba por la mitad de avenida APoquindo para ir de su oficina a su comando, entonces todo indica que las necesidades de enmendar el rumbo incluso han llegado a las cúpulas del gobieron, y por lo visto es hora de empezar a pensar en cambios.
Por ahora, solo nos queda reírnos de las circunstancias y admitir que los peatones se comportan de modo indescifrable y que por más medidas de seguridad que se tomen a su favor, mayores son los riesgos que se asumen para sortearlas.

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