LECCIONES DEL TERREMOTO

Ha pasado casi un mes desde el terremoto, y lo más notable de todo es que la gente trata de retomar su estilo de vida pre-sismico pero al parecer las replicas y las fallas en las placas han sido más profundas de lo pensado.
Quizás el problema mayor lo sean las imágenes que siguen dando por la tele, saber que miles de personas siguen sin luz ni agua, ni menos con un techo donde esconderse de día o para refugiarse de noche, las casas de emergencia avanzan lento y demoran en construirse (¿no sería bueno promover un modelo de autogestión tipo amish, en donde las comunidades se juntan a ayudarse entre sí y arman sus casas entre sí?), los avisos de tu-sunami han cesado pero nada dice que se hayan acabado y la sensación de vacío es extraña.
Si bien la teletón de la primera semana de marzo donde recaudaron 45 mil millones sirvió para juntar energías y fuerzas y en especial a los presidentes saliente y entrante, al final toda energía comenzó a colarse por los dedos para desaparecer, la alerta social, esa que te hace tomar decisiones de ayudar como en estos casos, bajó de intensidad al igual que los temblores, todos pretenden que el estado se ponga y además lo haga ahora mismo, en fin, ese remezón de caridad y solidaridad nos sirvió, pero poco queda de él.
Las lecciones de este terremoto y tu-sunami son tan vastas como innenumerables, pero siento que se pueden resumir en dos: 1) a la naturaleza nadie le gana, y por más teconología y adivinos que tengamos, nada asegura que podamos prever qué sucederá; y 2) cualquiera sea el lugar donde ocurre un terremoto, no se puede seguir pensando como isla, hay que contar con la ayuda del vecino, o sea, egoismos fuera de una vez por todas.
Miro a mis niños como van abordando este acontecimiento, y no obstante que la vida para ellos es un juego interminable aparejado de ciertas mínimas obligaciones sociales de buen convivir, de todos modos el terremoto los remeció, les afectó el sueño y el habla, y quizás sean ellos a quienes debamos enseñarles que el terreno que a diario pisamos está vivo y revuelto, y nadie sabe cuándo vendrá un nuevo remezón.

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