Y TODOS ERAN REINAS

Con ocasión de la reyerta entre las cadenas de farmacias y el fiscal nacional económico y precisamente la declaración inculpatoria de FASA, muchos han comenzado a presentar demandas y querellas como queriendo sacar una tajada de beneficio en todo este torbellino económico, lo que sube de tono con la aparición de nuestros magnánimos políticos y administradores de fondos de pensiones que no queriendo quedarse atrás, han proclamado a los cuatro vientos que deben caer todos los culpables de la colusión que se les imputa, con penas cárcel incluidas, y deben todos los directores renunciar a sus cargos, poniéndose a merced del escarnio público.

Todo lo anterior me ha hecho pensar acerca de la triste liviandad de cuando personaje ha comenzado a figurar en estos acontecimientos, y en especial me ha hecho meditar acerca de cuán reinas se sienten todos pero que a la hora de hacerse cargo de sus propias conductas, mandan al lacayo para que responda de sus faltas.

Un ejemplo para graficar lo de arriba es el solo hecho que cuando los administradores de AFP metieron las patas con los fondos previsionales de muchos chilenos y las rentabilidades cayeron más de un 27%, nadie pidió cárcel para ellos; igual cosa pasó cuando un senador de la república hizo uso de sus influencias para que sancionaran a un par de carabineros por haberle pasado a su chofer un parte por exceso de velocidad, y el senador salió incólume; o nadie pidió pena de cárcel para aquellas personas que crearon y presionaron para que se implementara el transantiago en febrero de 2008.

Por lo tanto, tanta virulencia por una colusión en la fijación de precios de 222 remedios solo denota que siempre el pasto del vecino es más verde que el propio, que al momento de medir nuestros actos somos los primeros en declarnos inocentes pero al medir los actos de los otros los maltratamos incluso con mayor gravedad que la misma inquisición.

Por todo lo anterior es que todos los que hoy día ejuician encolerizados a los dueños, directores, gerentes, reponedores, vendedores y promotoras de las cadenas de farmacias se comportan como reinas, acusando al otro de haber provocado un mal solo reparable con una estadía en la cárel y el pago de sumas de dinero, pero que a la hora de ser ellos enjuiciados, se escudan en sus puestos, claman ser intocables y para saciar la sed de justicia del pueblo, mandan a un esbirro del que poco y nada les interesa qué le sucederá.

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