¿SERA LA NUEVA JUSTICIA DEL CRIMEN UN LUGAR PARECIDO AL CIELO?

Hoy anduve en el centro de justicia de Santiago, en una audiencia de formalización de una investigación.

La verdad es que el edificio es imponente, bien señalizado (a pesar que iba a un edificio con letra G que no aparecía en ningún lado), amplio y luminoso (¿será que quieren darle el cariz de corte celestial a los tribunales para generar arrepentimiento en los imputados?), es decir, un edificio del siglo XXI para una justicia criminal también del siglo XXI.

Subí al 8° piso luego de pasar por un puesto de control a la entrada del edificio, la revisión fue rápida y expedita, sonaron todos los pitos de las maquinas detectoras de metales, pero dio lo mismo, por la cara de abogado me dejaron pasar.

En el piso 8° estaba el Tribunal, y era como estar en una oficina del barrio El Golf, full vidrio y madera, limpio y ordenado, amplio y luminoso nuevamente.

Entré a mi sala a esperar que me tocara participar (ojo: llegué a las 09.15 y mi audiencia fue a las 10.30 pero qué importaba, era todo de madera, cómodo, limpio, iluminado y amplio). Se acercaba ya mi audiencia cuando entra una familia – familia moderna chilena digo: mamá e hijos (esto porque según el INE o no sé quien chuchas ha decidido sacar al padre de la conformación básica de familia) y aquí se produce lo notable: mamá saca pechuga, pone a la guagua en sus brazos y dele dándole leche. No le importó en lo más mínimo que existiera un procedimiento judicial llevándose al efecto, tampoco le importó que estuviera ante un Tribunal de la República, le dio lo mismo que existiera un juez letrado y un fiscal y un defensor público presente, nada, el cabro chico siguió colgado de la pechuga de su madre.

Para agregarle surrealismo al cuadro, delante del lactante y la lactadora había un imputado que lo estaban pasando a la fiscalía militar por pegarle a un paco (maltrato de obra).

¿Será el cielo así?

Me imagino la entrada del cielo como un Juzgado de Garantía, con San Pedro a la cabeza, un ángel de fiscal y otro ángel de defensor, juzgando a todo y cada uno de los nuevos miembros, San Pedro administrando suspensiones condicionales y dejando pasar a los menos malos, el ángel fiscal aplicando el principio de no perseverar en aquellos casos en que el imputado careciera de mérito, el ángel defensor apretando a los testigos para que digan la verdad, en fin, la maquinaria celestial funcionado a mil con una política criminal de lujo, perfecta, aceitada, con querellantes que son oídos, con víctimas que son respetadas y sus males y pesares debida y competentemente reparados.

Por lo menos el esfuerzo se está haciendo, las cosas en el fondo van cambiando, y el Chile profundo, el que llaman de los pobres, está presente no obstante tanta pulcritud y orden. Es de esperar que no sigamos donde hoy estamos, que sigamos dando pasos para mejorar todo. Nos lo merecemos, los castigados merecen ver lo que se pierden, los niños merecen ver que hay orden y que se puede confiar, los jueces merecen saber que lo que deciden se cumple y surte efecto, los fiscales y defensores merecen la oportunidad de sentir que su trabajo no es en vano y los ciudadanos merecemos tener una nueva oportunidad para creer en los que se nos ha enseñado a creer desde chicos: el Estado de Derecho.

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