MANOS MANCHADAS CON SANGRE

De entre las múltiples expresiones que se forjaron durante la dictadura de Pinochet, una de ellas fue la que sirve de título aquí.
Desde ya me atormenta que se hable así, pues de esa manera se está equiparando a un carnicero con un agente de seguridad o a un torturador con un faenador de pescados.
¿Qué hay detrás de una expresión como esta?
Mucho odio, recriminación, castigo, odiosidad, ni perdón ni olvido.
Más me llama la atención cuando un amigo usa esta expresión para recordarnos que todo lo que se hizo antaño está teñido de sangre y que por ello todo merece igual tratamiento al que me he referido más arriba.
¿Es necesario vivir pensando que otros tienen las manos manchadas con sangre? 
No lo creo.
¿Es lógico seguir hablando de esta manera luego que se ha comenzado a hacer justicia y de a poco se ha ido persiguindo a los causantes de todos los males de la dictadura? 
No lo creo.
Lo mejor es preguntarse por qué se sigue usando esta frase y por qué es tan recurrente en el lenguaje coloquial, en las discusiones políticas o de sobremesa, y en general en el vocabulario de gentes como algunos de nosotros que tuvimos la gran suerte de no contar con algún familiar directo desaparecido, torturado, agredido, maltratado.
Una respuesta que se me ocurre es que el odio, al consistir en una emoción de tremenda energía, cala profundo en el andamiaje celular y molecular, dejando una huella imperecedera en al adn, de modo que las generaciones posteriores van adquiriendo por defecto ese gen del odio, sin perjuicio que con el paso del tiempo y el olvido, dicho gen deja de manifestarse, pero sigue ahí, latente, agazapado para que en un acto de magia y teniendo a la prese al frente, reaparezca y haga de las suyas. Entonces, si el problema es de genética, mejor trabajamos el asunto a ese nivel y estamos listos.
Otra respuesta es que factores educacionales sean los que imprimen en el carácter actitudes de esta naturaleza, tornando al beneficiario en un transportador más del contenido de la frase y haciendo suyo lo que es ajeno (si fuera el caso que el beneficiario es de aquellos a quienes no le falta nadie o no tienen a nadie afectado por circunstacias política). La solución es entonces modificiar la educación, pero como no podemos controlar a los educadores, entonces no hay solución por este lado, y nos queda aún viva la esperanza en la genética (de ser cierta mi teoría).
Otra última respuesta es que no hay solución, y a falta de solución, solo tenemos resignación, tolerancia, aceptación, respeto, y por último y si la confianza da, reirse de la frasesita. La genética sigue sonando interesante.
Finalmente, creo que dada la complejidad de todo lo anterior, deberíamos cambiar el predicado de la frase, de modo hablar de mierda y no de sangre. La gracia está en que la mierda es hedionda y pasajeara, es multicolor y multipropósito; la sangre no tiene nada de lo anterior. Además que hablar de ríos de sangre suena muy tétrico, pero hablar de ríos de mierda, me suena como hablar del río Mapocho en invierno, lejos mucho más sano. 

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