MUERTES Y MAS MUERTES: LA PRECARIEDAD DEL SER

La semana que acaba de terminar, o más bien el mes que acaba de terminar, ha estado lleno de muertes y especialmente en circunstancias excepcionales:
- el Nico Boetcsh sucumbiendo bajo una lancha;
- 15 personas muertas a causa de la caída de dos avionetas;
- el tripulante de una nave pesquera de un cliente; y
- la nana de mi abuela, la Carmela Torres.

Me da la sensación que dentro de un plan infinito un tanto complicado de entender, la muerte es parte del equilibrio natural y normal de las cosas, que permite que los engranajes del sistema sigan corriendo aceitados y conforme su plan original.

No falta el idiota que diga que es la tierra la que clama una dósis de sangre para mantener las cosas en orden.

Yo creo que al final es todo un conjunto de acontecimientos tristes y aborrecibles que lo único que provocan es que la humanidad se nos haga más pequeña, más difícil de entender, incomprensible, indubitable.

Esto último creo que es lo más decidor: la precariedad de nuestra existencia, de nuestra vitalidad, del hecho que basta con el corazón pare para que todo se vaya al carajo o que no nos llegue oxígeno al cerebro para que quedemos vegetales o con serios daños.

Muertes y más muertes, la precariedad de la existencia, la búsqueda de refugios para combatir la tristeza que nos reporta el vacío que nos dejan aquellos que parten.

Mi hermano Juan se reveló contra lo anterior, se negó a aceptar que la muerte de su amigo Nico fuera por algo. Lo entiendo y comprendo y es más, comparto su visión, y quizás agregaría que a la muerte no se le debe buscar sentido pues en si no lo tiene, esa es una invención de los débiles de corazón que temen profundamente con dejar de respirar un día cierto pero indeterminado.

La muerte es lo que es: muerte, fin de la existencia, nada más.

Lo que ocurra después de la misma es un misterio que no se ha desentrañado aún y creo que no se desentrañará jamás.

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