UNA PILSEN, POR FAVOR

A través del blog de mi hermano mayor (www.charquican.blogspot.com) di con el blog de un amigo de él que se llama Ale en UK o algo así, y en una de sus columnas escribía acerca del autogobierno, especialmente acerca de la capacidad de los ingleses para parar la farra al cerrar el local, y metódicamente dirigirse a la salida para irse para sus casas.
Pero bueno, no pienso hablar no del autogobierno, ni de la compostura, ni de la gente.
Voy a hablar de la Pilsen.
Para aquellos que no lo saben, Pilsen no es una denominación de origen chilena. Al igual que las palabras "frigeder, confort, gilet" por citar algunas de amplio uso en nuestro léxico, Pilsen corresponde a una región de Alemania desde la cual provenian los teutones que nos enseñaron a nuestos inexpertos paladares el gozo de la cerveza. Ergo, chilenisamos la palabra, y la acotamos a ese líquido color ámbar, espumoso, frio como hielo y que cala en la garganta cuando el calor es agobiante.
Aquí en la tierra de los corsarios, la pilsen no existe, hablan de "pint" o "half pint", no le echan granadina sino "black currant", se la toman en vasos de medio litro, no es helada, le ponen poca espuma, difieren en colores y grados alcohólicos y precios, y por sobre todo, tienen nombres extravagantes.
Por todo lo anterior, a mi añorada Pilsen le escribo esta columna, y para aquellos parroquianos habituados a tomar cerveza, si creen que aquí la misma es única, grande y nuestra, o se parece a la morenita de todos, les prevengo desde ya que hagan de tripas de corazón, olviden en casa sus creencias y se abandonen al sabor de la cerveza inglesa, que no obstante no ser la mejor, ayuda a curar las penas del corazón y a agrandar las amistades y liberar las risas e ideas e idioma.

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