DOMINGA DIAZ CASTILLO

Mi querida hija, la Dominga, llegó a este mundo una carulosa tarde del 08 de enero de 2004, a las 18:26 horas, precedida de muchos augurios y del preciado don de ser la mayor.
Su llegada a mi vida fue completamente desprevenida, y cada vez que recuerdo las palabras de la Luchita cuando me dijo al teléfono "tenemos una conversación de padres pendiente", se me ponen los pelos de punta y comienzo a vivir y revivir una y otra vez tan mágica sensación.
La Dominga es una preciosura, chiquitita desde que nació pero de una dulzura tremenda. Es tan linda que me resulta imposible no babear al acordarme de ella, y de pasada, echarme unos lagrimones por estar lejos.
Mi Dominga preciosa, como le digo cada vez que sale al teléfono, me ha llenado la vida y me ha hecho cambiar las preferencias. De hecho, me ha sacado del encierro en que viví por mucho tiempo y me enseña a diario que la vida es algo más que trabajar y sacarse la cresta por cumplir las tareas.
La Dominga es de aquellas mujeres que donde va, llena el lugar con su natural amor y ternura. Es de esas niñitas que nunca rehúsa un cariño o un beso, que se entrega con facilidad a aquellos que sabe la recibirán en sus brazos, hace y deshace conmigo a diestra y siniestra, y por sobre todo, me hace sentir que los problemas no valen nada si la tengo a ella y a su madre a mi lado.
Pero bueno, tal como les contaba al prinipio, la Dominga llegó a mi vida (oh casualidad) completamente de improviso; es más, su llegada ocurrió en el momento menos esperado, en momentos en que pasaba por grandes problemas en la oficina y quería mandar muchas cosas al trasto de la basura.
Pero también se dio la casualidad que la Dominga llegó luego que un Domingo en la mañana, mientras leíamos el diario con la Luchita muy cómodos y acostados en la cama, nos miramos a los ojos y supimos que ya nos había llegado la hora de abrirnos a la vida y dejar que Dios metiera mano en el asunto y nos regalara la posibilidad de recibir a un hijo.
Por todo lo anterior es que la Dominga siempre me ha resultado un verdadero regalo caído del cielo. Sus manitos, su sonrisa, sus ojitos, sus cariños en la oreja cuando está con sueño, sus abrazos y sus canciones, sus diálogos ininteligibles y su gusto por dormir en nuestra cama, son todas facetas muy preciadas por mi y que aquí, a la distancia, he aprendido a valorar aún más.
Es más, y para aquellos que han tenido la oportunidad de tener un hijo/hija, el hecho de llegar a la casa y saber que están ellos y su mamá presentes es una sensación increíble.
Por otra parte, y como tantas veces le he dicho a la Luchita, me parece que el gran mérito de tener una hija como la Dominga se debe a la Luchita. Ella ha sido quien le ha dado las coordenadas adecuadas a la Dominga para ir templando su carácter y sacarle lo mejor, ella ha sido la artifice que la Dominga sea tan querida y regaloneada, ella ha sido quien me ha enseñado a cómo educar con amor, cariño y ternura, a susurrarle palabras al oído para que se calme o para que se duerma, ella me ha enseñado los pequeños secretos de la Dominga, ella me ha hecho un tremendo espacio en la casa para que pueda compartir con la Dominga.
En fin querida Dominga, desde aquí Soton te mando un tremendo beso y abrazo, y lo que más me tranquiiza al estar lejos es la sensación que tengo contigo y que dice relación con que los días no existen ni menos las distancias, y que cada vez que hablamos y nos vemos por la pantalla del computador, es como si siguiera con ustedes en Chile y que fuera cosa de moverme unos minutos para estar contigo y con la mamá.

Comentarios

Ignacio dijo…
Gracias brother, es como una postal a distancia de lo que dejé la venirme y un breve resumen de lo que ido procesando por estos lados.
Cariños